Puedo imaginar tus ojos tristes,
luchando contra tus ganas de mantenerlos cerrados.
Aquella sonrisa ingénua la dejaste en el pasado
y aunque trates desesperadamente de encontrarla,
ella se la ha llevado cruelmente.
Esperas ansioso el momento en que la muerte
te libere de todos tus pensamientos
y te sientes culpable por no animarte a alcanzarla.
Perdiste la necesidad de salir al mundo,
incluso parece que ya no formas parte de él.
Nadié entendió tu llanto ni tu dolor
guardados en los más intimo de tus pesadillas.
Toda esa gente amiga comenzó a ser extraña,
se distanciaron de tu presencia,
justo cuando pedías a gritos un abrazo
que logrará hacerte volver a nuestra realidad.
Ellos desaparecieron y debiste asumirte abandonado,
librado a tu desgracia infinita esperando una palabra,
buscando alguna señal del Universo en cada despertar.
Ya ni siquiera quieres ver la luz del sol,
es demasiado intensa para tus pupílas cansadas,
lastima tu sombra inquieta y no puedes permitirlo.
La oscuridad acecha incansablemente a tu alrededor,
no deseas volver a ser tu mismo
con tus insoportables recuerdos.
La melancolía penetró en tus poros,
impregnando cada milímetro de tu ser.
No puedes evitarlo; la llamas, la insultas, la persigues.
La conoces mejor que nadie,
es ella quien te ata y te oprime el pecho.
No aceptes que el mismísimo demonio con nombre de mujer
te encarcele para siempre en tu soledad.
Deja que te ayude, no estás sólo,
podemos caminar juntos tomados de la mano
y dejar que la vida nos regale una caricia.
No te vayas con ella,
mi cariño es mas grande,
mi amistad es tuya,
y los dos podemos ser más fuertes
que la inmensa depresión que te espera.
Mira mis ojos, tú estás en ellos;
siente mis manos en tus mejillas;
deja que te abraze,
no voy a dejar que vuelvas a caer,
no en sus garras asesinas.
Llenemos nuestro tiempo de felicidad,
volvamos a nacer amigo mío.
Tus dulces ojos
