Þålåß®å§,tån §ólø dülçë§ Þålåß®å§: agosto 2008

Destinos cruzados...

Ana sopló ese año sus 35 velitas y como cada cumpleaños sus tres deseos siempre terminaban siendo el mismo, "quiero tener un hijo". Esta inquietud se había tornado recurrente desde que se casó con Pedro y a medida que envejecía su vientre, era peor y más doloroso. Los últimos 8 años buscó desesperadamente quedar embarazada y a pesar de llevar a cabo los mejores tratamientos, el resultado terminaba siendo negativo.
No podía evitar ese pensamiento, necesitaba ser madre para sentirse completamente feliz; su marido y toda la fortuna familiar no alcanzaban para llenar ese vacío que sentía en su alma.
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Julieta se quedó mirando las gotas de lluvia por el vidrio, no podía creer que otra vez Dios la había maldecido con otro hijo. "Acaso no alcanza ya con 7 niños para cuidar Dios mío".
Su casa era muy precaria y su marido regresaba a casa solamente para tener relaciones sexuales gratis con ella. Odiaba ser tan cobarde y no decirle que no, era ella la que ponía su cuerpo para satisfacerlo y también era ella la que debía cargar nueve meses con un ser extraño dentro suyo. Otra boca más para alimentar y criar sin un padre presente en la casa. Miró sus manos sucias, arrugadas, nauseabundas de tanto fregar la ropa de todos en la casa. Su vida no tenía otro sentido más que estar ahí cuando alguien la necesitaba, ya no era ella misma, era otra Julieta la que vivía allí.
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Cuando Ana llegó a la Clínica de fertilización, lo hizo como cada vez que concurría a un tratamiento nuevo; llena de ilusiones y con un Rosario en su mano izquierda. Como si fuera fácil, el Doctor Arquiseo le dijo que se desvistiera y se preparara para entrar en el quirófano, ella asintió en silencio. Su vientre era suave como el algodón y no dejaba de acariciarlo, como si así consiguiera que un bebé apareciera allí por arte de magia.
Inmediatamente comenzó la intervención, Ana seguía con su Rosario y como cada vez anterior las lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos sin buscarlas. Levantó la cabeza y entendió todo; era la última vez que hacía uno de esos experimentos médicos, ya su cuerpo era como una rosa secándose en un jarrón olvidado y no podía soportarlo más.
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En la casilla de una de las villas cercanas, estaba la enfermera del barrio. Todos acudían a ella, porque llegar al Hospital costaba mucha plata y tiempo, que era algo que a Julieta no le sobraba. Dejó a los chicos solos en el cuarto durmiendo, el más grande sabía que hacer si algo pasaba y Olga, su vecina siempre paraba las orejas para saber que sucedia; así que tomó su camisón gastado y fue a ver a aquella fría mujer.
Hacía dos semanas, desde que confirmó su nuevo embarazo, que iba todas las noches a la ruta para alquilar su cuerpo y juntar los $100 pesos que debería pagar por sus servicios. Quedaba poco tiempo para llegar a las doce semanas de gestación y necesitaba hacer eso urgente, no soportaría otro bebé succionando sus gastados pezones, ni otro llanto reclamándola.
Se recostó en una improvisada camilla con una sabana verde encima, que servía de mesa durante la noche, y cerró sus ojos. Sintió un enorme frío en su vagina y un dolor punzante dentro de ella. Rompió en llanto por estar en ese lugar y por haber dejado que su marido le hiciera eso una vez más.
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En la habitación de la Clínica Ana esperaba que le den el alta cuando comenzó a sentir una puntada aguda dentro de su estómago. Llamó al Doctor y vió que la cama estaba bañada en sangre. Pronto la trasladaron nuevamente al quirófano y dentro de él comenzaron a hacerle maniobras de reanimación, había perdido demasiada sangre y debian compensarla. Nuevamente las lágrimas se adueñaron de su rostro, permaneció con sus ojos cerrados y sólo pudo decir: "Huele a hortensias".
Horas más tarde el Doctor Arquiseo le explicó a su marido que en la intervención se había roto un vaso sanguíneo y no habían podido hacer nada para salvarla.
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En media hora y sin anestesia, la enfermera terminó de realizarle el aborto a Julieta, entonces le dijo que se levantara, que debía seguir con sus otros pacientes y que no podía esperar a que se recuperara. Su cuerpo no respondió, y cayó como una piedra al suelo, la mujer quiso levantarla pero sus esfuerzos fueron inútiles. Allí quedó tendida y despojada de toda su dignidad, en medio de un mar rojo de culpa.
Una vez más la enfermera tendría que dar cuentas a la Policía y eso la molestaba mucho.
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Llueve tu ausencia...

Hoy el cielo también te extraña,
estuvo llorando conmigo toda la tarde…
Llueve tu ausencia y tu desamor,
cada gota enfría tu recuerdo dentro de mí…
El arco iris jamás volvió a mostrarse,
todos los colores se fueron con vos…
Y el majestuoso sol sigue ahí,
donde siempre estuvo y estará,
pero ya no tiene el mismo brillo
ni se refleja en tu mirada…
Todo sigue como cuando estabas aquí,
las flores, los pájaros, la gente,
nuestra música de fondo y tus canciones sin voz,
mi piel tranquila y tus caricias distantes,
mis labios vivos y tus besos inconstantes,
mi espacio propio y tus celos sin razón,
mis sueños de felicidad y tu realidad cruel,
mi amor incondicional y tus mentiras pacientes…
Todo sigue igual, nada ha cambiado,
mi manera de mirar y mis ganas de buscar,
eso es lo diferente del no tenerte…
Yo soy la distinta, no el resto del mundo…
Vos no cambiaste, yo simplemente abrí los ojos
y pude ver que fui sólo yo la que te amó…
Hoy llueve tu ausencia y quizás la mía...